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El Amor después del Amor [Personal] 14 noviembre, 2012

Posted by José M. Saucedo in Personal.
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Hace mucho tiempo que no me sentaba frente a esta máquina para contarles una historia; bueno, no una historia sino una idea, una reflexión que ya tiene rato de estar dando vueltas en mi cabeza y que ha encontrado su momento para salir. La verdad, esa sensación de libertad que me dio la confesión que publiqué en este sitio hace varios meses no sólo me quitó un gran peso de encima, sino que de una forma u otra me hizo pensar que todo ya estaba perfectamente bien conmigo y que nada más podría salir mal en esta historia, mi historia. Quizá fue esta la razón por la que desaparecieron los textos personales, ya que con tal de no caer una vez más en aquellos sonados dramas y con tal de evitar recordar esas anécdotas que ya contaba de manera torpe una y otra vez es que preferí olvidar mi historia, dejando ir grandes párrafos que ahora están el olvido e ignorando reflexiones que llegaron cuando me vi reflejado en la historia de alguien más. Ahora, seguro se preguntarán, ¿qué fue lo que me hizo regresar a esta historia, ese tema y mi teclado? La respuesta es muy sencilla: un corazón roto.

Cada quien nace con una vocación muy personal que en la mayoría de los casos poco o nada tiene que ver con lo que hacemos o cómo nos definimos, pero que en más de una forma nos muestra tal y como somos ante los demás ue ante uno mismo. En verdad es que no quisiera que se mal interpretará este párrafo pero, desde hace muchísimos años, las personas que me han dado la oportunidad de conocerlas se han encontrado siempre con un apoyo, un consejo o, de perdida, alguien que está dispuesto a escucharlos francamente. Esta situación me ha traído problemas, no lo voy a negar, pero también me ha dado muchas satisfacciones, la cuales bien pueden ir desde una amistad sincera o una buena carcajada, hasta esa ahogada sonrisa que tras un par de palabras le nace a quien me escucha y de pronto logra encontrar un poco de calma en la oscuridad de su caos personal.

Este escrito nace de una de esas tantas oportunidades que he tenido de conocer y hablar con alguien, y como al escuchar su historia encuentro en ella un reflejo de la mía.

A diferencia de lo que me he encontrado ahí afuera, la seriedad con la que ahora veo un corazón roto es mucho más grande e importante de lo que algunos son capaces de entender. Después de haber pasado por ello, puedo asegurarles que me identifico con ese dolor que uno vive ante la separación y final definitivo de una relación, y aun cuando no puedo saber cómo lo sientes tú, recuerdo perfectamente como yo lo viví y sé que el duelo que uno enfrenta se convierte en un sufrimiento tan difícil de soportar como de expresarse. Claro, no faltará quien te diga que todo pasará y que al final todo estará bien pero, al final del día, ese consejo no te dice cuándo acabará de pasar ese dolor y tampoco te explicará porque te está lastimando tanto.

Obviamente el corazón roto viene con el final de una relación, y la gravedad de su situación depende siempre de la profundidad que guardaba esa relación que terminó, y aunque podríamos hablar de amistades y hasta de trabajo, las relaciones de pareja son siempre el punto del cuál parten todas las historias que nos interesan.

Cuando se rompió mi corazón, pero aun en el estado de shock que viví antes de aceptar que esa relación había terminado, decidí moverme hacia donde fuera, hablar con quien me escuchara, cambiar en todo lo que pudiera, hacer lo que nomás había pensado y dejar atrás cualquier cosa que me recordará lo que había perdido, todo con tal de olvidar lo que pasó para que me dejara de doler. Por esta razón no sólo es que cambie mi imagen o me metí por algunos meses a un gimnasio, sino que tuve la oportunidad de acabar con algunas facetas de mi vida que ya tenían que dejarse atrás y así decidí salirme de casa de mis padres, poner a un lado esa “profesión” con la que tantísima gente me sigue identificando hasta el día de hoy y de una buena vez tomé el camino para definirme ante mí como persona, para entender porque la gente que estaba mi alrededor me quería, me creía o me tenía confianza. Sí, acepte mucho, cambié aun más y hasta me rebele con ciertas cosas que antes jamás hubiera dejado, pero todo eso no implicó que dejara atrás las razones por las cuales había decidió hacerlo, y lo más gracioso es que me di cuenta de ellos hasta mucho tiempo después y no fue por mí, sino por la historia de alguien más.

Hace algunos meses, cuando este escrito estaba buscando una manera de salir, una persona muy cercana me habló para decirme que el amor de su vida -quien le pidió tiempo para descubrir que era lo que realmente quería- acaba de anunciarle al mundo que estaba por casarse con alguien más. Cuando esta persona me contó la situación pude ver su corazón romperse; después de casi un año de sostenerlo por todo y ante todo, finalmente reventó y ahora estaba ahí, en pedazos, esperando que lo recogiera la misma persona que lo había lastimado por tantísimo tiempo.

Todos sabemos que éste es otro de esos momentos en lo que de pronto las canciones más dolidas, las frases más cursis y los consejos más ingenuos toman un sentido contundente, pero ninguno de ellos nos muestra una salida real y la verdad, yo tampoco sabía qué hacer ante esta situación. El dolor de esa persona me recordó esa historia que venía ignorando tiempo atrás y me hizo darme cuenta de una cosa, así como el corazón roto que tenía ahora frente a mí se había mantenido inmóvil durante mucho tiempo y el mío había hecho todo lo contrario, ambos se habían comportado de esa forma por la misma razón: estar ahí para cuando esa persona regresara a nosotros, siempre listos para continuar lo que habíamos tenido, quizá con alguna lección aprendida, pero con la ilusión de que todo fuera igual que antes.

Si algo aprendí de mi corazón roto fue que éste no buscaba quien lo recogiera, sino quien lo dejara sangrar, quien lo ayudará a sacar todo aquello por lo que se había roto, ya que sólo así podrá sanar.

Ahora, yo se que la reflexión podría darse de manera interesante con esta anécdota, pero lo que despertó el escrito que están leyendo ahora fue una llamada telefónica que ocurrió mucho después y que trajo a mi casa otro corazón roto, que tras superar el shock que viene con el final de la relación, estaba ya encerrado en esa tortura personal de los “porqué”, los “hubiera”, los “quisiera” y ese adiós que no se está dispuesto a dar. Agradeciendo la oportunidad que me dio este corazón, y tras lo que aprendí de la lección que comento en el párrafo anterior, yo conté mi historia con todo el detalle que nunca antes había querido dar, siendo emocionalmente en explícito en todo aquello que ocurrió en mi relación de principio a fin.

¿Cuál fue mi intención al contar nuevamente esa historia? La verdad no fue la de visitar una vez más esos momentos y tampoco tenía la intención de demostrar que el ya gastado consejo de “ya pasará” son más hechos que palabras; mi intención era demostrarle a ese corazón roto que no estaba sólo  que, aunque no sabría jamás como estaba le doliendo ese final, sabía por lo que estaba pasando porque este corazón se encontró en mi historia.

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